La turba o el césped es un sedimento orgánico formado en turberas o turberas. Se forma a partir de la acumulación de una sustancia vegetal que no se descompone o sólo se descompone parcialmente y que representa la primera etapa de la coalificación.
El término turba se utiliza si el contenido de materia orgánica en un suelo supera el 30 por ciento. Si la proporción es menor, se denomina humus húmedo o suciedad (obsoleta). Dependiendo del grado de compactación, se obtiene un valor calorífico diferente. El espectro va desde la turba blanca, pasando por la turba marrón, hasta la turba negra. La turba blanca y brillante hace que la estructura de las plantas siga siendo claramente visible. Al descomponerse más, se forma un cuerpo homogéneo que parece no tener estructura a simple vista, lo que se denomina turba marrón o turba de colores. La capa más antigua de turba es la turba negra. Las capas inferiores de una turbera están más avanzadas en descomposición que las superiores.
La formación de turba se desarrolla muy lentamente. El valor medio de los depósitos de turba en una ciénaga o pantano se fijará en un valor medio de un milímetro al año. Tradicionalmente, la turba se utilizaba principalmente como material de calefacción. Dado que los ecologistas consideran que los páramos o turberas son biotopos que merecen ser conservados, la extracción de los páramos intactos ya no tiene lugar en Alemania. Predominantemente, las antiguas turberas previamente secadas se utilizan como depósitos de turba. Desde finales del siglo XX, la turba ha sido extraída por la minería a cielo abierto en tajos abiertos deshidratados. La turba blanca es tratada con fines comerciales después del drenaje. La turba negra solía ser cortada y secada manualmente al aire libre. Hoy en día, la turba ya no se corta a máquina, sino que se muele o se excava en un proceso de flujo y se seca mediante almacenamiento abierto hasta su uso posterior.