Qué son los bioestimulantes?
La primera aproximación teórica a los bioestimulantes comenzó ya en 1933 en la URSS con las investigaciones del médico ruso V.P. Filatov. Observó que los organismos enfermos y estresados estimulaban la regeneración y suprimían los procesos patológicos mediante el tratamiento con material biológico de componentes animales y vegetales. Ya en la década de 1950 se demostró que los bioestimulantes favorecen el crecimiento de las plantas, mejoran la eficacia de los nutrientes y aumentan la absorción de agua.
En la actualidad, la UE define los bioestimulantes como "sustancias o materiales (excluidos los nutrientes y los plaguicidas) que, aplicados a la planta, a la semilla o al medio de cultivo en formulaciones específicas, alteran los procesos fisiológicos de las plantas mejorando su crecimiento, desarrollo y/o aumentando su tolerancia al estrés abiótico".
Los bioestimulantes basados en extractos concentrados de ácido húmico de leonardita y ácidos fúlvicos acuáticos, solubles en agua, ya se utilizan en todo el mundo como bioestimulantes en condiciones climáticas y edáficas adversas con el fin de lograr una agricultura adaptada al clima. Los factores de estrés abiótico relacionados con el clima incluyen el calor, la sequía y el estrés salino, pero también la humedad, las heladas y el frío. Los bioestimulantes de base húmica, como los ácidos húmicos y fúlvicos, sirven para aumentar la tolerancia de los cultivos a estos factores de estrés abiótico. Por ejemplo, los ácidos húmicos y fúlvicos son capaces de reducir de forma decisiva las concentraciones de sal en la solución del suelo gracias a su capacidad de adsorción y, por tanto, permiten una agricultura de mayor rendimiento gracias a la menor presión osmótica inducida por la sal en las plantas.
Al mismo tiempo, los bioestimulantes a base de ácidos húmicos y fúlvicos aumentan la eficacia de la fertilización de macronutrientes como el fósforo, el nitrógeno y el potasio. Las sustancias húmicas desempeñan un papel decisivo en el suelo, especialmente para la movilización de los fosfatos minerales disponibles para las plantas. Además, las sustancias húmicas movilizan oligoelementos esenciales como el hierro, el zinc, el cobre y el manganeso, que de otro modo no pueden ser absorbidos directamente por los cultivos, especialmente en suelos secos y pobres en humus.
La complejación de estos oligoelementos por los ácidos húmicos naturales es una excelente alternativa a los quelatos sintéticos persistentes como el EDTA. La adsorción del nitrógeno amoniacal por parte de las sustancias húmicas reduce las emisiones del gas de efecto invernadero amoníaco procedente de los estiércoles de las explotaciones, como los purines y el digestato, al tiempo que contribuye a reducir la nitrificación y, por tanto, las aportaciones de nitratos a las aguas subterráneas. Las sustancias húmicas a base de leonardita contribuyen así de forma decisiva a la aplicación del "Green Deal" europeo y de la estrategia agrícola "De la granja a la mesa".